Por Pat Montgomery, Fundadora de Clonlara School
Nota del editor: De vez en cuando, echaremos la vista atrás en nuestros archivos para compartir artículos que son tan relevantes hoy como cuando se realizaron. En este artículo, publicado originalmente en el número de febrero de 1988 de The Learning Edge, la fundadora de Clonlara habla de la importancia del juego creativo y no estructurado en una época en la que muchos padres y escuelas optaban por actividades más estructuradas.
¡No se puede recalcar lo suficiente sobre la importancia del juego! Es el aliento vital del aprendizaje.
El papel de los padres es preparar el entorno (cocina, casa, armario, porche, lo que sea) para que los niños puedan jugar sin miedo a romper algo o a pisar demasiado. Ollas y sartenes, lápices de colores, rotuladores mágicos, juegos, botones, platos, cartones, retazos de tela, cajas vacías, pegamento… la lista de materiales es interminable, y los artículos pueden ser tan baratos o costosos como decidan los progenitores.
La segunda tarea del adulto es sencilla: quitarse de en medio. Observar, aprender y disfrutar del trabajo de un ser humano en desarrollo (Montessori llamaba al juego «el trabajo del niño»).
No se puede recalcar lo suficiente la importancia del juego. Es el aliento vital del aprendizaje.
Nuestros espacios de aprendizaje en casa pueden ser verdaderos laboratorios de desarrollo infantil. Siempre me ha parecido lamentable que para estudiar a los niños en las clases universitarias, donde rara vez pisa un niño humano, un profesor tenga que invitar a un estudiante a que traiga a su bebé una o dos veces para que la clase lo vea. Esto, con el fin de preparar a los futuros profesores de ese bebé. Las madres y padres que educan en casa tienen la oportunidad de estudiar a los bebés y niños en cada etapa de su desarrollo. Así lo hizo el famoso psicólogo suizo Jean Piaget. Su obra es conocida en todo el mundo.
Cuando pienso en el potencial de los educadores en el hogar para contribuir significativamente al conjunto de conocimientos sobre el desarrollo infantil, me sobrecoge. En el número del 26 de enero de 1988 del Detroit Free Press, Nancy Ross-Flanigan informaba de que un investigador de Illinois había hecho un verdadero avance en el desarrollo infantil, un descubrimiento que se cita como un «hito en la cognición humana». Mediante un juego con niños de 2 años y medio y 3 años, la investigadora universitaria descubrió las edades a las que un niño puede captar el hecho de que un objeto puede ser «tanto una… cosa en sí como un… símbolo de otra cosa.»
El juego consistía en una maqueta a escala de una habitación que se correspondía con la misma habitación de tamaño natural de al lado. Los jugadores veían cómo se escondía un perro de juguete en la maqueta. A continuación, se pedía al niño que encontrara un perro de peluche más grande escondido en la misma posición en la propia habitación. El 80% de los niños de 3 años fueron directamente al perro de peluche; menos del 20% de los niños de 2 años y medio lo hicieron.
El papel de los padres es preparar el entorno […].
La segunda tarea del adulto es sencilla: quitarse de en medio.
Aquí están ustedes, en sus pequeños laboratorios, con sus pequeños sujetos de investigación, jugando, leyéndoles y observando sus respuestas, lo que les lleva directamente a… ¡AHA! … ¡descubrir! Pero, ¿no podría aportar algo al conjunto de conocimientos? Incluso puede que sólo conduzca a un mayor disfrute para toda la familia, a un entorno doméstico más sano y holístico, y a una educación de éxito. Es posible que los investigadores universitarios nunca aprendan lo que usted ha observado o que se vean obligados a seguir creando entornos artificiales para estudiar a sujetos humanos.
He abordado estas cuestiones muchas veces. Parece que cada vez más diarios, revistas y periódicos reconocen el valor del «trabajo infantil». Nunca es demasiado pronto.
Sacad punta a vuestros lápices, coged vuestras libretas, abrid los ojos, cerrad la boca y aprended mientras ellos juegan. ¡Qué divertido, qué oportunidad!
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Parece que a pesar de las décadas transcurridas todavía nos empeñamos en dirigir en vez de observar.
¿Qué vivencias habéis tenido de la observación propuesta por Pat?